Josep Bras i Marquillas. Pediatra. Centre d’Atenció Primària Poblenou, Barcelona. Presidente de la AEPAP
La actual situación de la Pediatría en Atención Primaria parece indicar cierta crisis y recesión. Por ejemplo el descenso anual de plazas de MIR pediátricos parece superar al descenso de la natalidad. Es decir parecen querer estrangular lentamente la Pediatría en Atención Primaria a base de quitarnos de en medio, sin agitación, sin declaraciones polémicas. Simplemente con un BOE cada año.
Para evaluar las necesidades sanitarias infanto-juveniles se estudiarán:
-1. Las “necesidades” sanitarias: basadas en diagnósticos, objetivación del pediatra.
-2. Las “demandas” o consumo asistencial: basadas en motivos de consulta, objetivación del usuario demandante
Si sumamos necesidades y demandas nos sale un perfil profesional casi tan alejado del pediatra hospitalario como del Médico de Familia.
Ante tan absurdo dilema entre médicos “de familia” capacitados para atender en atención primaria a adultos, y pediatras capacitados para atender en el hospital a niños y quizá adolescentes, matemáticamente sólo caben dos opciones:
1. que los médicos de familia aprendan pediatría de atención primaria o bien
2. que los pediatras aprendan pediatría de atención primaria
Para llegar al objetivo deseado cuál sería la reforma curricular que pueda resultar más eficiente: la de MFyC, o bien la de Pediatría? Esta pregunta puede responderse desde varias ópticas:
1. La óptica técnica u operativa: evidentemente es más fácil y barato que sean los pediatras, que ya saben tratar niños en hospital, urgencias y policlínica.
2. La óptica de los gerentes: es más cómodo un juego en que todas las piezas sean iguales (médicos de atención primaria), aunque su efectividad y eficiencia sea menor. Pero qué prefieren: ¿rendimiento en salud para la población? ¿O más bien simplificación administrativa, con reducción de sus problemas? Duda política, y ética, profunda.
Y por cierto: ¿de dónde proceden la mayoría de médicos gerentes?
3. La óptica de los responsables de la docencia médica: ¿quién exigirá antes la competencia docente sobre la “Pediatría de Atención Primaria” (90% de la ocupación de los pediatras españoles)?. ¿Los responsables docentes de Pediatría o los de Medicina de Familia?. Quisiera creer que los primeros, pero la evidencia actual me impide afirmarlo. Los segundos callan, pero los primeros no hablan.
4. La óptica de los pediatras asistenciales: si se extingue la Pediatría primaria pública aumentará la demanda privada, con lo cual algunos ganarán trabajo y dinero. Como en Gran Bretaña. Y los pediatras “consultores” verán más patología y estarán más satisfechos. Aunque posiblemente la pediatría preventiva empeorará, y tras ella la salud infanto-juvenil (en fin: las de nuestros chavales). Y los servicios pediátricos quedarán acantonados en hospitales y reducidos a su mínima expresión, como “especialistas consultores”, con nula trascendencia social o beneficio sanitario colectivo. Unos esperan ver su riqueza, otros la salud infanto-juvenil. Y encima cuanto más desorganizados estén los pediatras primarios públicos, mejor. Más fácil será desmantelarlos.
5. La óptica de la población: parece exigir que a los niños les atiendan pediatras, igual que a las embarazadas toco-ginecólogos, y a los adultos médicos “generales” (nombre con que conocen a los médicos de familia). En realidad la población quiere que quien les atiende sepa y le arregle sus problemas. El título les importa un pijo: su dialéctica es sobre aptitudes, no sobre méritos académicos.
6. Me he olvidado de los políticos parlamentarios y gubernamentales. Posiblemente ellos articularán políticas en base al equilibrio de fuerzas y recursos.
Como podéis observar nunca existe una única respuesta. Como mínimo hay dos, y posiblemente muchas más. Y todas tienen sus razones y caben en nuestro suelo.
1. La de nuestra clásica Pediatría Extrahospitalaria privada, con escasa atención a la preventiva, al sector público, a los estudios de salud colectiva, a la docencia profesional. Y
2. La de nuestra moderna Pediatría Primaria pública, sin actos colectivos vistosos, con gran atención a la preventiva, y a la “Medicina basada en la evidencia” (= pruebas científicas), al sector público y a los datos epidemiológicos colectivos, a la gestión priorizada de recursos escasos, a sí como a la docencia profesional. Espero que su potenciación, en el seno de las Asociaciones de Pediatría de Atención Primaria, aglutinadas en el seno de la AEPAP (Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria) fortalezca la capacidad de presencia, de interlocución y, en su caso, de presión de este colectivo, hasta ahora sumamente disperso, hacia nuestro objetivo de una atención primaria a la infancia y adolescencia realizada por profesionales auténticamente capacitados para esta actividad sanitaria: los Pediatras correctamente formados en Atención Primaria.